Ham con el sistema de soporte vital |
En plena carrera espacial, Estados Unidos se afanaba en dar los últimos toques al programa Mercury. Estas naves, verdaderas latas de sardinas (uno de los astronautas decía que a la Mercury no subías, te la ponías), debían ser probadas con animales antes de su uso por humanos. El cruel e innecesario sacrificio de la perra Laika estableció el principio de que no se debían enviar animales sin posibilidad de recuperarlos sanos y salvos. De este modo, las dos últimas misiones de prueba de los prototipos de la cápsula llevaron sendos monos Rhesus (llamados Sam y Miss Sam), que volvieron a tierra sin ningún efecto adverso apreciable.
Los soviéticos seguían prefiriendo el envío de perros, pero en la NASA predominaba la opinión de que los primates, miembros de nuestra propia familia biológica, serían más adecuados para estudiar los aspectos médicos de la misión. Así, un grupo de seis chimpancés fue entrenado para volar en la Mercury, en vuelos suborbitales. El primero de ellos en despegar fue un macho de cinco años llamado Ham, el cual recibió adiestramiento para accionar una serie de palancas e interruptores durante el vuelo. Su nombre es un juego de palabras, ya que "Ham" en inglés significa jamón, pero en realidad es el acrónimo del centro donde fue entrenado, el instituto Holloman's Aero Medical.
De vuelta a casa |
Sam fue lanzado el 31 de enero de 1961 mediante un cohete Redstone, el cual tuvo un fallo al despegar que hizo que Ham tuviera que soportar más fuerza gravitatoria de la calculada, lo cual superó sin problema alguno. Una vez en órbita, realizó correctamente todas las tareas que debía cumplir. El único inconveniente fue un fallo de presión transitorio en la cabina, pero el traje de vuelo que vestía lo protegió perfectamente. Finalmente la nave realizó un amerizaje correcto, aunque complicado, y Ham fue recibido como un héroe.
Luego de su hazaña, Ham fue retirado y vivió una larga y apacible vida, primero en el Zoológico Nacional de Washington D.C. y finalmente en el de Carolina del Norte, donde falleció en 1983. Sus restos reposan en el Museo de la Historia del Espacio, en New Mexico, junto a la que fuera su competidora el el programa espacial, Minnie. Este intrépido y simpático animal no ha de ser olvidado nunca por los entusiastas de la astronáutica, ya que gracias a ellos, los verdaderos pioneros de la nueva frontera, los humanos podemos hoy emprender el camino hacia los planetas, y espero que algún día, hacia las estrellas.